
La ilusión confusa de esto que hoy siento por ti,
me ha traído hasta este punto,
en el que no sé bien si quisiera llorar o reir.
Trato de explicarme como me siento,
y sólo siento que te quiero.
Me lo dice todo, la música, el reloj, los libros,
los autos y el teléfono que persiste en conservar
un absurdo mensaje grabado con tu voz de recuerdo.
Imagino cuánta gente habrás conocido antes de mí,
y mas aún, cuántos te habrán dicho palabras inútiles
que no has de querer escuchar.
Puedo decir, sin embargo, y a mi favor o en mi defensa,
que al menos yo he intentado escribirte
antes que nada con el corazón en la mano,
y con la firme convicción de que lo que siento por ti
sólo puede llamarse en todo su contexto amor.
Todas las cartas o escritos de tus otrora aspirantes,
equivocados a pretendientes,
debieron aburrirte tanto, que quizás
no quieres leer nunca más, y en cierta forma,
creo entenderte.
Quienquiera que te haya escrito, copiado no sé de dónde,
que la peor forma de extrañar a alguien
es tenerlo cerca y no poderle decir que lo amas.
Además de ser un plagio, es, con todo respeto, una gran mentira.
Es imposible extrañarte cuando estás a mi lado,
porque en ningún momento soy tan feliz como entonces,
aún cuando sólo sean unas cuantas horas a la semana.
El sentido de extrañarte empieza después,
pero, aún así, no hay, en ningún momento,
algo que merezca el calificativo de peor al referirse a ti.
Extrañarte es una dicha para el recuerdo,
es un descanso para la mente
y una inspiración inagotable
para esta alma solitaria que no encuentra otro sosiego,
más que en el extrañarte.
Extrañarte es pensar en ti, cerrar los ojos y
volverte a ver, imaginarte.
Es escuchar en el silencio, el sonido inequívoco de tu voz,
y en las peores lejanías de mi existencia,
encontrar la paz en tu sonrisa.
Extrañarte es inventarme un momento feliz contigo,
es tomarte de la mano en el vacío,
es poder acariciarte y respirar de ti,
es sentir el olor de tu cabello.
Extrañarte, aún cuando es obvio que no estás,
es estar contigo y sin ti a la vez,
es una bendita paradoja que me gusta,
aunque no sé bien ni por qué.